Hacer acrobacias en una pestaña puede parecer más complicado de lo que es, pero a fin de cuentas se la puede remar. Para desmitificar el mundo, este blog-cajón de sastre con las crónicas de un acróbata mal pago.

domingo, 30 de junio de 2013

El ancla

«¿Qué significaban aquellos misterios? ¿Había acaso un único 
mundo que dedicaba su tiempo a soñar otros mundos?»
Philip Pullman. La daga.

Pasaron micros.
Pasaron olas.
Pasaron cepas.
Pero en el transcurso de esa correntada
(que puede ser idéntico a la duración deseada
de un abrazo) pasó también la risa.
¿Dónde ocurrió? La perdí de vista.

No quedan ruinas: eso es un cuento.
Para que queden los despojos ya no hay tiempo:
siempre algo nuevo produce su estampida.
Lo constato:
brotan realidades desconocidas en mi entorno.

Pero no me preocupa lo que emerge
más bien lo que cierra los ojos y se pierde.
¿A dónde irán a parar nuestros fantasmas
cuando ya no estemos para recordarlos?
Es un engaño creer en libertades al cruzar la frontera:
ser fantasma es vivir en dependencia de los vivos.

¿Me estaré convirtiendo en uno?
¿Siempre lo fui y recién me entero?
Hoy perdí la orientación en la calle
y me pregunté si no sería acaso
lo que otro soñaba, interrumpido por un lapsus
en el que me invadieron unas preguntas.
Pero esa misma duda me eyectó de regreso.
Los fantasmas no tienen preguntas,
sólo la certeza de la rutina
y la inquietud de ser pasto del olvido.


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